Sunday, 10 December 2006

¿Puedo saludar? No, pero puedes cantar


"Ji, ji, ji, ji. ¿A que no nos cantas una canción?" Es la estúpida y repetitiva pregunta de los presentadores con menos recursos de la televisión, generalmente presentadores de concursos y testimonios, que ante su demostrada incapacidad para animar a las masas optan por el fácil, tópico y ridículo recurso de hacer cantar al concursante o invitado de turno que, claro está, no se dedica a ello. "¿A que no nos cantas una canción?", repite el presentador/a hasta la más hirienta saciedad con el único ánimo de hacerle pasar por el tontolpueblo que va a la gran ciudad, por el bufón de la corte catódica, por un reflejo de lo estúpido que se siente presentando un espacio que todos sabemos que le queda grande. "¿A que no nos cantas un canción?", insiste introduciendo un tono lánguido. "No, ¿pero puedo saludar?", responde finalmente el invitado/concursante acosado.

Es la guerra de siempre, concursantes contra presentadores. Quieres cantar frente al puedo saludar. Lo peor es cuando se sale del formato amable, del concurso y la histeria porque el invitado cante llega a los programas de testimonio, los truculentos sucesos. Esa madre, desesperada, porque ha perdido a su hijo en una violenta reyerta a la salida de una discoteca. Y el presentador/a de turno tras hacerla llorar, rogar porque detengan a los asesinos de su hijo y llenarle de odio sus oidos para que sean más grandes sus deseos de venganza (legal), finalmente le dice aquello de: "Juanita, veo que estás sufriendo mucho, pero la vida sigue: ¿a que no nos cantas una canción?" y luego añadirá la excusa más peregrina "a tu hijo le gustaría", "tu marido verá así que lo estás superando" o "me han dicho que tenías una gran voz de jovencita". Y la mujer, rota de dolor, se verá obligada a cantar, sin ganas, llorando a moco tendido, interrumpiendo cada estrofa sonándose con el pañuelo, mientras el presentador/a sueña con coronar el ranking de Sofres.

Superado el mal trago, la mujer rogará entonces saludar a esos vecinos que tanto le han ayudado (afectiva y económicamente) a salir al paso, a enjuiciar a los asesinos de su hijo. Y el presentador/a dirá "no tenemos tiempo, lo siento Juanita" y se pondrá a vender aspiradores, o salsa de tomate o cremas antiarrugas y a recomendar la película de esta noche y a sacar a la próxima invitada, que es una ex concursante de un reality en el que participó hace 15 años pero de la que nadie se acuerda y ahora quiere retomar aquel minuto de gloria que se fundió. Y la tele, con sus miserias, abandonará allí a Juanita, su dolor y, entonces sí, la jovial ex concursante cantará, saludará, insultará, reirá y se enriquecerá aprovechándose del público reunido por la invitada anterior que hará suyo en exclusiva. Maldita televisión.

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