
Los contraprogramadores de Antena 3 se han tomado muy en serio eso de volver locos a los espectadores y han creado una fórmula mágica de la noche a la mañana sin que las revistas que informan sobre la programación de TV tengan tiempo para recogerlo en sus papeles. A Anita Obregón la enfrentan a CSI el lunes por la noche, a la vista de que los de Hospital Central se la merendaron y arruinaron su estreno de Ellas y el sexo débil. El peliculón salta al miércoles, pero el martes también hay cine lo que quiere decir que se cargan a Los 4.400 tras sólo dos semanas en antena. Por la mañana, de lunes a viernes, el programa enlatado de Anabel Alonso (Tal para cual) sale despedido de la parrilla (deja de emitirse) y en su lugar reponen Manos a la obra, la serie de Manolo y Benito, que pronto tendrá una segunda parte. Y lo nuevo de Sin rastro pues sólo ellos saben cuándo lo emitirán, aunque el jueves y el domingo (uno de los dos) suenan como principales candidatos.
Apenas unas semanas después de que el Gobierno desactivara la ley contra la contraprogramación que obligaba a no hacer cambios en los once días previos a la emisión de los programas, la teles han mareado a los espectadores que ya no qué se van a encontrar cuando encienden el televisor, porque sus programas favoritos no dejan de bailar por la programación, cuando no desaparecen. Lo peor es que el asunto ya estaba solucionado y hemos vuelto a la misma situación absurda que en los años noventa. De nuevo, el espectador se queda solo ante el peligro. Solo ante una televisión sin ley.
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