
TVE sigue emperrada, sin mucho éxito, en que Anthony Blake tenga un hueco en su programación. Ahora el invento se llama Blake (como el prota de Dinastía) y la cosa da mucho miedito. Noche cerrada, crucificos blancos, objetos diabólicos de tortura y mucha alusión al dolor y al misterio. Tras fracasar estrepitósamente con el numerito del enano y la lotería, que pese a los años todo el mundo recuerda, el mentalista más siniestro de la tele cultiva su aspecto tenebroso para dar mucho miedito en las madrugadas de TVE1, una vez por semana si es que la cosa dura porque su comienzo, como ya sucediera en anteriores espacios, ha sido ninguneado por los espectadores. La versión hardcore de la magia y el mentalismo no gusta a un público que prefiere la fantasías animadas de ayer y hoy de Fríker Jiménez en otra cadena de televisión con las que, al menos, te echas unas risas por lo imposible de las situaciones. Blake, en cambio, da mucho miedito. Sus trucos, pese a ser trucos, tienen una indigesta apariencia de realidad que para sí quiera el vecino del cuarto.
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